sexta-feira, 1 de maio de 2009

ACERCA DE LA POSIBILIDAD DE FUNDAMENTO EN LO HISTORICO

Teresa Bianculli1
Escuela de Historia. Universidad de Los Andes, Mérida-Venezuela
tebianculli@yahoo.com
La comprensión cotidiana, incluso académica, respecto a la historia como transcurrir de sucesos, puede que ya no sea el concepto cimero de una ciencia establecida, sino el piso infirme de una nueva investigación sobre el ser de “lo que se gesta”, el ser de lo histórico. Una investigación así pensada permite vislumbrar la perspectiva desconcertante de que la condición histórica no radique en sucesos ni procesos, ni siquiera en el “mundo” historiado, sino que sea, por el contrario, una determinación de nuestro ser que nos constriñe a ser de un todo, como tradición y porvenir en la responsabilidad asumida y compartida de un destino común. En ese sentido, el estudio de los términos Historicidad y Temporalidad nos acerca a la tarea de fundamentar la disciplina histórica en constitutivos esenciantes, -del ser- del hombre y no en los sucesos, entendiendo por hombre el ente que somos nosotros mismos, cuya peculiaridad de ser radica, precisamente en tener una comprensión histórica Del ser en general, de lo que es y de su propio ser, como presente.
Palabras clave: Gestación. Tradición. Destino. Comprensión de Ser. Historicidad. Temporalidad.


Introducción
Acerca de la posibilidad de fundamento en lo histórico2 , más que un título sugerente o necio, quiere referir a una investigación sobre lo que llamamos el “ser” de la historia, investigación que se orienta por la pregunta ¿qué es lo histórico? En estos recorridos, no por mucho andar se llega pronto ni directo a las repuestas, pues “la Historia”, dicha en abstracto como mero substantivo, no nos resulta precisamente cercana. Por el contrario, nos movemos sin conmovernos en la proximidad de situaciones, exigencias, métodos y personajes, adjetivados como históricos, "datos" éstos que conforman el cúmulo de asuntos sobre los que disertamos en nuestros trabajos, pero que aún así no nos conciernen en propiedad ni nos preceden en gesta alguna. Lo que además nos causa perplejidad es que usamos esta denominación sin saber muy bien lo que entendemos por histórico. No sabemos nunca cuándo adjetivamos bien o cuándo erramos en el calificativo. Desconocemos, pues, la causa, la “cosa”, la fuente de donde proviene esa cualificación, el "eidos" de lo histórico.

¿Qué entendemos por Historia?
La palabra historia tiene entre nosotros un sentido académico que se extiende a um conjunto de saberes y a sus procedimientos de búsqueda. Pero en un nivel coloquial, no menos legítimo, le damos ese nombre a todo relato de acontecimientos, secuenciados en tiempo y espacio, que aluda a asuntos personales, privados o públicos, presentes o pasados. La incumbencia de lo histórico, en este primer respecto de lo teorético y lo coloquial, afecta a todo lo que muestra la apariencia de um transcurrir vivenciado por un alguien individual o social, quien relata o quien oficia.
Por encima de esos dos niveles de la historia como secuencia de hechos datados, emerge -pues subsiste- la ignorancia acerca del qué mismo de “lo histórico”. Esa es la ocasión de preguntarse por el fundamento de esta disciplina, por su posibilidad, indagar cómo es posible que haya historia, qué podemos o queremos “conocer” por ese camino, qué nos compele a hacerlo y tan imperativamente.

¿Cómo opera el obrar histórico?
Para abrir el acceso a las interrogantes que nos acosan en relación a la disciplina histórica, intentaremos acercaremos al modo en que opera. Vemos que así como um carácter cualquiera, la densidad, p.ej., o la antigüedad -de algo-, se convierte em posible objeto de ciencia -o de tratamiento científico- sólo en tanto puede ser medido, establecido y fijado como magnitud, y a efecto de su manipulación técnica; así también, hay caracteres, como la condición humana, que no son cuantificables ni objetivables. A diferencia, por ej., de "lo" biológico, "lo" humano, es decir, el ser de lo humano, no se puede fijar o medir ni generalizar, y tampoco se presta a ser objeto de operaciones técnicas. Así, los asuntos humanos constituyen todo aquello cuya propiedad permanece y se mantiene en su ser, pero mediante cambios en um transcurrir. Esto es lo que cae bajo la apelación de lo histórico. Lo asuntos humanos se observan y califican de tales en cuanto participan de este carácter a la vez mutante y permanente, exentos en cuanto tales de manipulación, predicción y de universalidad, parámetros operativos de la actividad científica.
La historia como relato o como disciplina de conocimientos versa, pues, sobre um cierto transcurrir, el gestarse humano, y opera, sin embargo, como los quehaceres intelectuales que se manejan con lo estable y permanente, caracteres que pueden fijarse y medirse con fines de cálculo e inventario, fines con que manejamos nuestros asuntos cotidianos. La disciplina de la historia analiza, es decir, separa, cuantifica y tabula aquellos caracteres sobre los que descansa su cualidad de ciencia. Significa que ella trabaja sobre la posibilidad de universalizar, de hacer leyes y de manejarse con datos -con los hechos históricos- obtenidos en condiciones de supuesta asepsia intelectual y emocional, es decir, sin azar, sin dudas y sin pre-juicios, y sin involucrarse con su "objeto de estudio". Según esto, la historia opera objetiva y positivamente, y ésa es su intención al tenerse por ciencia. Tendríamos que considerar si pudiera tener otra posibilidad operativa. Pero de la historia, en tanto ella misma, seguimos sin conocer nada y, después de todo lo dicho, tal vez nos hemos quedado sin siquiera una opinión.
El título de estas páginas, acerca del fundamento.., va precisándose hacia lo que queremos hacer notar como aquello desconocido por nosotros pero presentido, tal vez olvidado y evidentemente no cuestionado, en relación a lo que llamamos historia y a lo que permite que haya algo así como la historia, en vez de que no haya. La pregunta por “el ser” de la historia nosotros la formulamos como la pregunta por el fundamento de lo histórico, de donde deviene su carácter de pregunta fundamental. Esta pregunta indaga por las condiciones en las cuales es posible que algo sea histórico o que no lo sea, es por tanto una pregunta por las "condiciones de posibilidad de la historia", y pertenece al modo de cuestionar de la, llamada por Aristóteles en su Metafísica, ontología fundamental o filosofía primera.

El fundamento de lo histórico
¿Dónde residiría entonces el “lugar” de lo histórico? Debemos considerar si hay asuntos históricos en sí mismos o si es ésa una cualificación con la que el hombre dispone un cierto ámbito de “lo que es”, las cosas. De ser así habría que indagar a partir de cual carácter suyo lo dispone: si en tanto que creado y ataviado de razonamiento lógico o en cuanto dotado ya de una constitución comprensiva de carácter histórico y temporal, acerca del ser en general y de su propio ser. Las ciencias que investigan “el hombre” strictu sensu, tal vez tendrían que preguntarse por las condiciones que en el hombre mismo posibilitan que haya “dominios” de cosas, que sea desde él, desde el hombre, que se abran o cierren “mundos”, en vez de creer que existan mundos fuera para descubrir. ¿Por qué hay historia? ¿Podría no haber? ¿Fue un azar de Occidente? Tendríamos que reconocer que hay concepción histórica incluso en las épocas y civilizaciones que no han hecho ciencia de ella, que no han producido historiografía.

¿Cuál lenguaje daría razón de esta búsqueda?
No parece ser cuestión de simple ratio, idioma, logos o palabra, eso desde donde se nombra el ser. Las nociones de transcurso y permanencia, con las que opera el quehacer histórico, nos ponen en la idea de movimiento y con ella en la de sucesión y simultaneidad, términos que nos llevan a la noción de tiempo-espacio, en las que entroncan. Estos términos, sobre todo el tiempo, acotan no sólo la “región” de los entes considerados históricos en modo propio o impropio, sino toda la región del ser del hombre, determinando las relaciones que establecemos, o que están establecidas ya con los demás, con las cosas y el mundo, y determinando también las llamadas relaciones de conocimiento. Es el sentido del tiempo, y no el concepto -que se elabora a posteriori-, lo que determina esa posibilidad de ser en la relación con otros y con los demás entes, comprendiéndolos en tanto algo presente o cercano, ausente o lejano; de aquí que podamos decir que “comprendemos” el ser en perspectiva temporal.
La temporalidad que afecta al ser del hombre es diferente de la que afecta a los demas cosas pasajeras, los objetos históricos, y no es sólo la del ser presente pasado y futuro. Ella es por el contrario de carácter complejo y peculiar, temporalidad es en el hombre su carácter histórico.
La investigación sobre la historia, sobre su fundamento, nos retrotrae a la investigación sobre el hombre en tanto aquél que es en la posibilidad de um despliegue historiográfico en razón de que posee una comprensión inmediata de El mismo como presente, futuro y pasado.
Pero ese hombre, de ordinario y por lo general, no se toma por la fuente y origen de todo saber de algo como algo. Ese hombre, que por su peculiaridad constituva tiene la posibilidad de “hacer” Historia o música, o de filosofar preguntando por el asunto del “ser”, se comprende en modo inmediato como “algo” diferente de él mismo3, algo que es siendo dentro de un lapso finito marcado por extremos inasibles, apenas evocados con palabras de uso corriente. Así, llama pasado a lo que considera tiempo “gastado”, se mira a sí mismo desde la espera de un futuro incierto, creyendo que sólo es real su ahora, el de los asuntos y afanes, lo que se le presenta, aquello con que en “la práctica” tiene que lidiar. Sólo esto es su presente, el de la sucesión de los “ahoras” desconectados, que dentro de poco serán su pasado, porque los ahoras “pasarán”, y seguirán otros, vendrá el futuro, lo por-venir. Así, de modo tan simple, se comprende como algo “en el tiempo”, tal cual son en el tiempo las demás cosas que sólo nacen y perecen, sin distinguirse en su peculiaridad temporal, óntica. Sin darse cuenta de que su tiempo no es mero transcurrir ni sucesión, sino historia.

Temporalidad e Historicidad: a priori del ser
El hombre, dice Martin Heidegger, un filósofo alemán (1889-1976)4, posee un carácter distintivo entre los entes, él es en una comprensión [Verstehen] inmediata sobre el ser, no intelectual, sino previa a todo preguntar, a todo juzgar o decidir, a todo sentimiento o preferencia. Esa comprensión no es saber, propiamente, ni conocimiento, es manejo inmediato de un asunto que a todo hombre siempre “le va” y le incumbe, ser. Al contrario del carácter previo o inmediato de esa comprensión sobre el asunto de ser, la reflexión sobre el ser es siempre posterior. Antes de toda reflexión o en ausencia total de cuestionamiento, al hombre le toca resolver su próprio ser, llevarlo a cabo, concluirse. Entre todas las “cosas”, “criaturas” o “entes” que comparten la condición de ser, sólo el hombre está compelido a ser; él “tiene que ser” en el “mundo“ que le toca, su época y su lengua madre, en su “historia”, finalmente. La “comprensión” sobre el ser que tenemos que ser y sobre el “ser” em general es de carácter histórico, pues lo que el hombre sabe, en primer lugar y sin ciencia alguna que se lo enseñe, es acerca de su pertenencia a una anterioridad de ser. Nos sabemos “puestos” siendo en algo que ya era antes, y sin haberlo solicitado expresamente. El hombre es ya en una tradición que le suministra incluso lãs posibilidades reales y formales de su preguntar, y no sólo eso, también las posibles respuestas. La reflexión, en general y la reflexión sobre el tiempo y sobre el ser, es siempre posterior. Antes de toda reflexión o en ausencia de cuestionamiento, al hombre le toca resolver su propio ser, llevarlo a cabo, concluirse, y todo este obrar sub-pone “tiempo”, un cálculo de tiempo.
Las nociones de Temporalidad [Zeitlichkeit] e Historicidad [Geschichtlichkei] pertenecen a una “analítica” desarrollada por un filósofo alemán, Martin Heidegger dentro de la perspectiva que le ofrece la tradición filosófica de Occidente en relación a la concepción del ser y el tiempo expresada desde Parménides, Platón, Aristóteles y San Agustín, hasta Kant y Hegel. Con ellas Heidegger pretende mostrar el fundamento de la posibilidad que somos de manejarnos con algo así como el “tiempo”, de “comprendernos” tiempo, en modo diferente a la comprensión que posibilita el cálculo efectivo de los “ahoras”.
En la analítica heideggeriana, temporalidad e historicidad, no son conceptos abstraídos de fenómenos históricos o temporales, ellos refieren constitutivos existenciales de carácter apriorístico, y son previos a toda reflexión o toma de conciencia Estos términos determinan toda posibilidad de “ser”, porque disponen com anterioridad no temporal, sino fundamental, la posible conceptualización y objetivación de “lo que es”, en tanto que presencia, el "esto aquí" aristotélico. Em efecto, tiempo -y espacio- son los modos básicos primordiales en que cualquier algo puede ser expresado5, tal como lo muestran los juicios de la razón6, inventariados em sus modalidades por la lógica tradicional, desde Aristóteles, y expuestos en su originariedad trascendental por la “crítica” kantiana7.
El término Historicidad, nombra “el acaecer del ser”8, lo cual sólo es posible en el ente que ya “sabe” del ser. Este acaecer [Ereignis] es algo más que un acontecimiento fortuito. Tiene que ver con que eso que llamamos “lo humano”, que se gesta en cada decisión de cada uno, que viene ya dispuesta como posible para nosotros por la interpretación tradicional acerca de lo que toda una generación o época entienda por “ser”. Esa interpretación heredada está expresada en los conceptos del lenguaje común, en los modos “históricos” de ser pueblo o nación.
Temporalidad refiere una condición a priori que determina toda posibilidad de comprenderse en general como algo presente o no presente, como algo “en el tiempo”. En el carácter de presencia se sostiene la posibilidad de nombrar todo algo en cuanto algo, así, decimos “esto es”, si está presente, o “no es”, si no está presente, como si el ser fuese "algo" que aparece y se oculta, que viene y va de la presencia a la ausencia.
Para la conciencia ordinaria, la que somos normalmente en nuestro diario hacer y decir, los modos posibles de “ser” son tres, en primer lugar el de lo ya sucedido o transcurrido, lo ya no presente o “sido”. En segundo lugar, el de lo que aún no ES presente, pero se espera que sea y, por último, el modo de lo que ya es, el presente. Las palabras presente, pasado y futuro, antes, ahora y después, son referencias temporales, mas no son el tiempo mismo. ¿Qué refieren, si no? Refieren una instancia temporal, pero no podría ser la expresada en el concepto de tiempo vulgar o científico. Desde esa instancia tampoco podría hablarse de un tiempo “fuera” o dentro.
“Ser" es siempre y en primer lugar una cuestión de tener que ser [Zu-sein] nosotros mismos. La posibilidad de la historia y de la respuesta a la pregunta por su ser radica en este fenómeno cotidiano del ocuparse con las cosas, con el mundo, con nosotro mismos y los otros hombres; también supone el modo como nos lo disponemos. Em efecto, el hombre opera en todos sus cálculos sobre coordenadas de espacio y tiempo que son constitutivos de su posibilidad comprensiva9, y no conceptos ni objetos fuera de él. Ser hombre es estar siempre en “situación” de ser. El cotidiano ocuparse se organiza sobre la base de tener tiempo o de no tenerlo y desde la comprensión de toda situación como “ahora” efímero. “Ser” supone organizarse para ser, y en esa perspectiva, ser es “contar con” el tiempo.
La posibilidad de toda historia [Geschichtlichkeit] y de la disciplina que la elabore [Historie]10 no radica, entonces, en los sucesos, no en modo primordial, así como tampoco en la correcta o incorrecta apreciación metodológica o ideológica de um sujeto científico. Tampoco en la novedad o antigüedad de un objeto de estudio, sino en aquella comprensión de ser, posible y de hecho, sólo en una cierta co-pertenencia con los otros en un “mundo” compartido como herencia y legado, esto es, como destino. Una pertinencia tal y tan imbricadamente “humana” no admite quedar “por fuera”, permanecer ajenos al acaecer. La “historia” no es algo que sucede desde lejos y desde otros para nosotros aquí. La pertinencia es esencial y esenciante, por tanto implica y dispone responsabilidad y autoría en todo aquello que, con descuido decimos que “sucede”.
Las nociones heideggerianas de temporaliad e historicidad están expuestas como el fundamento de toda posible comprensión del ser, de todo posible cuestionar y conocer humanos. En tanto fundamento, ellas rebasan la condición apriorística Del razonar y abren la perspectiva existencial respecto al tiempo, en la que descansa a posibilidad, no sólo de toda historia vivida, contada o escrita, y de toda ciencia, sino de todo poder-ser. De ese modo se nos descubre que no hay suceso ninguno que pueda marcar la pauta de lo que somos, más que aquél en el que optamos por “ser” nosotros mismos. Esa decisión inaugura el tiempo para mí, tiempo que se distancia del que fijan la cronología y los acuerdos operativos. Mi tiempo es así el “ahora” propio, ese “ahí” [Da]11, en el que nos reiteramos, siendo el ser que somos como historia cumplida en nosotros mismos, autores de nuestro propio acaecer. El tiempo propio ya no es más el ahora común, sino el que mi elección despeja como mío. Mi asunto es ese presente que Heidegger llama instante [Augenblick], el de la decisión respecto de mí mismo en relación a la situación presente, pero en fidelidad AL histórico ser que somos, o en su desacato.
La Historicidad, como carácter del ente que se comprende siendo tiempo y desde la cotidianidad imperativa de una existencia no escogida, supone la comprensión del ser como destino con otros. No hay en esta perspectiva la posibilidad de un sujeto histórico responsable y puro, rodeado de otros que no lo son. Por otra parte, y en tales condiciones, ni la responsabilidad lleva a error ni el error será pecado. Por el contrario, comprenderse destino común y asumirse en la co-pertenencia histórica, despeja la posibilidad antes negada de la rectificación. Esa comprensión permite corregir la decisión de ser, que viene dirigida por el anónimo y ambiguo modo público común, y encararla como tarea propia de clarificación de los supuestos y prejuicios del pensar y del actuar, y aunque sólo sea para emprender un camino lleno de oscuridad y sin respuestas, perplejamente aporético, y que, además, permanece cegado a todo trato anónimo o anodino.
Si lo histórico es tal comunidad y tal destino, ese destino común no es, sin embargo gregario, pero tampoco mesiánico. Debe ser abierto cada vez por cada uno en el reconocimiento de un pasado común, y esto siempre querrá decir de unas tareas comunes, en relación con develar los supuestos de la propia tradición. La tarea [die Aufgabe] es conjunta, pero la toma de conciencia al respecto es, necesariamente individual. En esa doble condición radica la posibilidad de toda historia posible, es decir, de una historia en verdad propia.


1-Historiadora, Magister Scientiae Filosofía ULA, 2002. Prof. Asociado Escuela de Historia ULA. Miembro fundador del GRHIAL, Grupo para la investigación sobre Historia de lãs Ideas en América Latina. Publicaciones recientes “Procedencia originaria de América em Europa: principios y métodos de una transmisión histórica”, en Presente y Pasado. Revista de Historia. Escuela de Historia. ULA. Año VII, No 15, Enero-Junio 2003. Pp 96-119. “Historia y criterio de verdad en Occidente”, en Presente y Pasado. Revista de Historia. Escuela de Historia. ULA. Año IV No 7, Enero-Junio 1999. pp. 197-203. “Historia, lenguaje y tradición”, en Filosofía. Revista del Postgrado de Filosofía ULA. No 11, año 1999.
2-Este trabajo ha sido elaborado a partir de notas con las que preparo una investigación sobre los caracteres de tiempo e historia, desde la exposición que hace Heidegger en su obra de fundamento Ser y Tiempo (1927). La intención que tuvimos al adelantar estas ideas en uma revista de divulgación de temas históricos es propiciar el acercamiento al trabajo de un autor, que creemos pueda abrir posibilidades inéditas para el oficio de la disciplina en lo que concierne a la formación del historiador y la perspectiva del oficio, vistos a través de uma radicalización de los conceptos con los que opera la disciplina, tiempo y espacio, tal como los trata la reflexión filosófica.
3-Inmediato: sin mediación conceptual.
4-Véase Ser y Tiempo (1927). Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1998. Traducción Jorge Eduardo Rivera. (1ª edic. español.1951, México, FCE, trad. José Gaos). Ésta es su obra de fundamento donde se exponen los resultados cruciales de las investigaciones sobre tales cuestiones, el ser y el tiempo.
5-Todo cálculo de espacio se realiza en base al cómputo de la sucesión, por adición de unidades, de segmentos, líneas o puntos.
6-Esto es, según la lógica con que se construyen los conceptos y todo juicio sintético.
7-Véase Emmanuel Kant. Crítica de la Razón Pura. (1781-1787). Madrid, Alfaguara. 1983. Traducción Pedro Ribas.
8-Véase Conceptos fundamentales(1941). Madrid, Alianza Editorial, 1989 .Traducción Jiménez Redondo.
9-Véase Kant, Op. Cit., el capítulo Estética Trascendental.
10-Heidegger usa las dos palabras que tiene la lengua alemana para cada una de estas expresiones: Geschichtlichkeit para historia como gesta cumplida, destino histórico, e Historie que refiere a la historia reseñada o historiografía.
11-“Ahí” en el original alemán. Todas las palabras entre corchetes son de la lengua alemana, tomadas de la traducción de Rivera de Syt.

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